domingo, 1 de diciembre de 2013

Brujas y monjas, dos caras de la misma moneda



Los opuestos siempre terminan siendo los extremos de la misma línea, por lo que, aunque no lo parezca, suelen compartir diversas características.

Tal sería el caso de dos grupos de mujeres bien conocidos: las monjas, que dedican su vida a Dios, y las brujas, que, por el contrario, se dedican a servir al Demonio.

En ambos casos se trata de mujeres comunes y corrientes que se vuelven excepcionales por el vínculo que contraen con una entidad superior (divina o demoníaca).

Por una parte, las monjas se entregan al servicio del Señor a través de la institución de la Iglesia; en este caso, se lleva a cabo un ritual de ordenación en el que la mujer renuncia a todo lo mundano y es consagrada para poder dedicarse al servicio divino. Este ritual, muchas veces va acompañado de un cambio de nombre al cual se le agrega un modificador: "de la Cruz", "de la Iglesia", "de Dios", "de Jesús", que indica la total pertenencia de la ahora monja a la Iglesia.

Como parte de la ordenación, además, se profesan los votos, promesas que hace la religiosa ante Dios y la Iglesia para mantenerse en la vía de la virtud y acceder a una mejor vida espiritual. Los votos obligatorios para todo aquel que se ordena son tres: pobreza, castidad y obediencia. Asimismo, existen otro tipo de votos, llamados propiciatorios, con los que se busca propiciar la voluntad de Dios y así obtener algún tipo de gracia especial, entre estos se incluyen votos como los de silencio o de ayuno.

Los votos representan de algún modo un sacrificio, una renuncia a diversos aspectos de la vida terrenal por parte de la religiosa para indicar y garantizar su entrega a Dios.

Las brujas, por otra parte, atraviesan por un rito de consagración semejante al de las monjas, sin embargo, en este caso el vínculo se establece con el Demonio y no con Dios.

El sometimiento de la bruja puede ser establecido de muchas maneras, en general, se parte de una negación de la religión y la aceptación del Diablo como nuevo señor, lo cual se comprueba en ocasiones a través de un nuevo bautismo. Además, el lazo se refuerza a través de la unión sexual y el beso negro.


Para establecer el pacto, también se llevaban a cabo sacrificios, humanos o de animales, los cuales podían formar parte de la iniciación o, en ocasiones, de diversos rituales propiciatorios a través de los cuales la bruja conseguía favores específicos, en su propio beneficio o en el ajeno.

En ambos casos, se observa que se trata de una mujer que, a través de un rito de consagración, renuncia a su vida común y se entrega al servicio de un ser superior a quien jura servir, y de quien espera obtener diversos favores.

Ahora bien, en el caso de las monjas, la consagración al servicio de Dios puede ir acompañada del recibimiento de diversos poderes o dones, por ejemplo, la realización de milagros, la sanación o la profecía. Hay que destacar, sin embargo, que no es la monja quien directamente realiza el milagro o la sanación, sino que, gracias a su devoción, sirve más bien como instrumento a través del cual obra la fuerza de Dios.

Las brujas, por su parte, también pueden recibir poderes como resultado de su pacto con el Diablo, pero del mismo modo que en el caso de las monjas, se tratará de un poder “prestado”, como lo explica el antropólogo Carmelo Lisón Tolsana: la fuente de este poder es “la adoración personal y voluntaria al demonio por parte de la bruja hereje y apóstata; su poder es vicario pero diabólico, adquirido a través de pacto explícito, personal y directo con el mismísimo Satán en conciliábulo nocturno y destructor que anuncia el aquelarre”.

Así, en ambos casos los dones son causa de la adoración y la entrega, y en ambos, el don no tiene su residencia en la mujer, sino que ésta sólo es un medio a través del cual se manifiesta una entidad superior.

Monjas y brujas, entonces, no son tan diferentes entre sí como parecen, sólo son las caras opuestas de la misma moneda: la consagración y la entrega al servicio de un ser superior; ninguna es inferior o superior a otra, sino que eligen consagrarse a diferentes facetas de la divinidad.