miércoles, 31 de julio de 2013

Charles Baudelaire, "Una carroña". La importancia del Horror

Javier Pérez, Carroña
Dentro de los poemas de Charles Baudelaire abundan versos oscuros, muchos de los cuales describen escenas llenas de horror.

No es de extrañar esta fascinación del poeta con lo horrible: ya en el poema Himno a la Belleza se habían relacionado lo horrible y lo bello asumiendo que ambos conformaban una armonía que constituía la esencia de la Belleza Universal. Al ser ambos parte de una misma unidad, tanto el Horror como la Belleza deben ser igual de gratos al poeta.

Sin embargo, existe otro rasgo que hace al Horror fascinante: lo horrible puede hacer que el individuo sienta la cercanía de la muerte, alterando la conciencia y causando que el alma quede fuera de sí, lo que facilitaría el acceso al conocimiento de diversas verdades universales. La experiencia provocada por el horror sería, entonces, semejante a la de los ritos iniciáticos, en los que el individuo debe morir simbólicamente y renacer. Es importante recordar, además, la importancia que tienen los estados alterados de conciencia para el poeta simbolista, pues le permiten librarse de la ilusión mundana y acceder a la realidad trascendente.

Esto puede observarse en el poema Una carroña (Une charogne), perteneciente a Las Flores del Mal (1868).

En el poema se describe el hallazgo, por parte de una pareja de amantes, de una carroña al borde del camino. El cadáver es descrito con todo detalle como un cuerpo putrefacto, pero al mismo tiempo rebosante de vida gracias a los insectos y larvas que lo invaden. El poeta, además, compara a su amada con la carroña, y le asegura que ella será tal como ese cuerpo pútrido una vez que muera. No obstante, agrega que, aún después de la muerte, la esencia de la amada y la del amor que comparten permanecerá viva gracias a la poesía.

En el caso de Una carroña, el alma del poeta queda conmovida ante el horror del cadáver y el contraste que representa con respecto a la escena (un día soleado en el campo).

El impacto y la situación en la que sucede, llevan al poeta a comprender que no existe una contradicción entre belleza y el horror ni entre la vida y la muerte, pues en ambas parejas, los elementos conforman una unidad: cada par es un producto de la maquinaria del Universo, la cual se conduce siempre de manera armoniosa, es decir, siguiendo los designios de la Belleza Universal.

Al poder acceder a la naturaleza de la Belleza Universal, además, el poeta comprende que la muerte no existe en realidad para él. No es que busque que su nombre y memoria sobrevivan (que sí sucede, aunque como efecto secundario), sino que, luego de que su alma ha logrado contemplar la Belleza Universal —a través del Horror—, el poeta puede crear versos que, en la medida de lo posible, capturen la esencia de lo eterno, y es precisamente gracias a esto que pueden perdurar.

Al ser retrato de las esencias universales, sin embargo, estos versos poseerán de manera necesaria elementos bellos y horribles, pues de no ser así los versos serían bonitos, pero, como la belleza de la amada del poema, desaparecerían con el tiempo.

El poeta, así, disfruta del Horror porque, al estremecer su alma, la prepara para acceder a la contemplación de la realidad trascendente, principal propósito de los poetas simbolistas.

A continuación se presenta una traducción del poema Una carroña; la traducción fue realizada directamente del francés por Nydia Lamarque. El poema original en francés puede ser encontrado aquí.

Una carroña


Recuerda aquel objeto que vimos, alma mía,
un día estival y soleado:
al borde del camino, una carroña infame
en lecho de piedras sembrado.

Con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
quemante y sudando veneno,
abría de manera abandonada y cínica
su vientre de emanaciones lleno.

El sol resplandecía sobre esa podredumbre
como para cocerla a punto,
y devolver al céntuplo a la Naturaleza
cuanto ella había puesto junto.

Y el cielo contemplaba la osamenta magnífica
expandirse como una flor.
Creíste desmayada caer sobre la hierba,
tan fuerte era el hedor.

Las moscas bordoneaban sobre aquel vientre pútrido,
del que salían batallones
de larvas negras, que corrían como líquido espeso
por esos vivientes jirones.

Todo aquello bajaba, subía cual las olas,
o desprendíase crujiendo;
dijérase que el cuerpo, lleno de un soplo vago,
multiplicábase viviendo.

Y todo eso sonaba con una extraña música;
de agua o de viento era el rumor,
o de grano que con rítmico movimiento,
agita y vuelve el hachador.

Las formas se borraban, no eran ya más que un sueño,
un esbozo confuso y lerdo
en la tela olvidado, al que el artista acaba
solamente por el recuerdo.

Y detrás de las rocas, una perra intranquila
nos miraba con ojo airado,
acechando el momento de recobrar en la osamenta
el apetecido bocado.

—Y sin embargo, igual serás a esta basura,
a toda esta horrible infección,
estrella de mis ojos, sol de mi vida entera,
¡tú, mi ángel y mi pasión!

Sí, tal habrás de ser, oh reina de las gracias,
después de los últimos rezos,
cuando bajo de la hierba florida y lujuriante
te enmohezcas entre los huesos.

¡Entonces, oh mi bella, diles a los gusanos
que te devorarán a besos,
que yo guardé la forma y la esencia divina
de mis amores descompuestos!


miércoles, 24 de julio de 2013

Creencias falsas: Origen y problemas

En diversos medios abunda la información falsa: gente que asegura que el cáncer se cura con agua de limón, que las vacunas causan autismo, que los egipcios fueron los primeros en llegar a América o cualquier otra teoría loca.

Sin embargo, a pesar de que en la actualidad es posible acceder con facilidad a diversas fuentes de información certificada y probada, ¿por qué la gente sigue creyendo en estas ideas y por qué es tan difícil deshacerse de ellas?

De acuerdo con un estudio publicado en Psychological Science in the Public Interest, en diciembre del 2012, la información falsa puede surgir en varios medios, los cuales deben gozar de cierta credibilidad. Así, podemos adquirir una idea falsa a través de los rumores y comentarios de la gente que nos rodea, que son personas en las que solemos confiar; o también, por medio de la ficción en películas, libros o revistas, así como por la distribución de información parcial o descontextualizada en medios de comunicación.

Este tipo de información, además, debe cumplir con dos características importantes: primero, debe ser coherente consigo misma, es decir, todos los datos proporcionados deben cuadrar lógicamente, y segundo, debe coincidir con las creencias y actitudes que el individuo tiene sobre al mundo.

Considérese el siguiente ejemplo:

Los egipcios habrían sido los primeros en descubrir América, ya que se sabe que fueron ellos los creadores de las primeras embarcaciones al rededor del 3,500 AC; las primeras ciudades americanas, por su parte, datan del 2,500 AC. Esto explicaría, además, la existencia de pirámides en ambas culturas.

En este caso, se observa que los datos cuadran cronológicamente, lo que hace que la historia sea coherente así como fácil de seguir; además, las premisas expuestas son congruentes con la idea general que se tiene de los egipcios como un pueblo con capacidades superiores. Todo esto facilita que la información sea aceptada por los individuos y que la consideren verdadera.

No obstante, cualquier investigación superficial hallaría que las embarcaciones egipcias estaban diseñadas sólo para navegar en el Nilo, a tal grado que este pueblo no viajó por el Mar Mediterráneo sino hasta mucho después, y si no tenían medios para atravesar el mar que tenían enfrente menos para surcar el océano Atlántico y llegar a América.

La lógica dentro de la información falsa, así como su correspondencia con la ideología de mucha gente provoca que este tipo de creencias se arraiguen en la mente de las personas y sean difíciles de erradicar.

De acuerdo con Colleen Seifert, profesora de psicología de la Universidad de Michigan, y participante del estudio, corregir las ideas falsas requiere de un gran esfuerzo cognitivo, por lo que muchas veces este tipo de creencias permanecen en la memoria de la gente y continúan influyendo en sus decisiones y modo de pensar.

Para empezar, el sujeto debe contrastar su creencia falsa con conocimiento proveniente de fuentes en las que confíe y que tenga por verdaderas; este nuevo conocimiento, sin embargo, al entrar en contradicción con ideas previamente aceptadas, puede ser rechazado: una vez que las creencias falsas son recibidas, forman parte de nuestro conocimiento general, con el que evaluamos al mundo, por lo que cualquier dato que entre en contradicción será tenido por sospechoso.

Además de esto, se encuentra también el factor de la resistencia: de acuerdo con la profesora Seifert y sus colaboradores, al intentar corregir una creencia falsa, se impone al sujeto un dato del exterior que, además, entra en contradicción con sus creencias y formas de pensar (en las que las ideas falsas se han arraigado), esto provocaría que el individuo desconfiara de la información correcta y se aferrara más a sus creencias.

Por su parte, el hecho de que otras personas (muchas veces cercanas al individuo) compartan la misma creencia falsa complica las cosas: el individuo verá que se trata de una idea compartida y las relaciones que mantenga con sus allegados servirán de estímulo y refuerzo para mantenerla, además, se sentirá parte de una comunidad (en general con un sentimiento de minoría vulnerable), por lo que la creencia falsa puede empezar a funcionar también como un elemento de identidad.

Ahora bien, a pesar de lo que pueda pensarse, la información falsa no es inofensiva: este tipo de creencias tiene implicaciones alarmantes en algún grado, porque la gente puede llegar a tomar decisiones basándose en datos equivocados, explica Stephan Lewandowsky, profesor de la Universidad de Western Australia, otro de los colaboradores de la investigación.

Según el profesor, las consecuencias pueden ser más o menos graves e impactar a nivel individual o social.

En el caso del ejemplo de los egipcios, las consecuencias son mínimas: no pasará de que el individuo haga un comentario que sea considerado absurdo si es oído por especialistas historiadores. No obstante, pueden darse casos más graves, por ejemplo, cuando la gente tiene la creencia de que los remedios naturales no tienen efectos secundarios, lo que puede causar que los tomen indiscriminadamente.

Cuando una creencia falsa, además, se esparce lo suficiente puede tener consecuencias a nivel social, por ejemplo, la gente que cree que las vacunas causan autismo y por lo tanto decide no vacunar a sus hijos no sólo están exponiéndolos a más enfermedades, sino que ponen en riesgo la salud de otros niños todavía muy pequeños para estar vacunados.

A pesar de la abundancia de información que existe actualmente, y de la facilidad con la que se puede acceder a ella, las ideas falsas se mantienen arraigadas en la sociedad, primero, porque, como cualquier otra creencia, coinciden con la visión que tiene el individuo del mundo, y segundo, porque, una vez aceptadas, influyen en la forma de pensar del individuo, provocando que rechace los datos e información contradictorios con sus creencias previas, aun si existen pruebas de su veracidad.

Así, es importante dudar siempre en alguna medida de la información que recibimos, contrastarla con otros datos y comprobar la confiabilidad de las fuentes. Esto ayudaría a evitar que adquiriéramos creencias falsas que pueden resultar más o menos peligrosas para nosotros.

No obstante, debe tratarse de un escepticismo imparcial: habría que dudar de la mayoría de las cosas y no sólo de aquéllas que van en contra de nuestras creencias, pues esta actitud suele ser propia de aquéllos que defienden dogmas e ideas falsas.

jueves, 11 de julio de 2013

Himno a la Belleza. Charles Baudelaire

Anteriormente se presentaron dos poemas de Charles Baudelaire: Embriágate y Elevación; sobre ellos se comentaba la necesidad que tenía el poeta de liberar su espíritu de las preocupaciones y pesares mundanos para poder acceder a la contemplación de la realidad trascendente, es decir, de la Belleza, la Bondad y la Naturaleza en sí mismas, y olvidarse de sus manifestaciones terrenales. A través de esta liberación, además, el poeta podía comprender las relaciones ocultas que existen entre los distintos elementos, físicos y espirituales, del Universo.

Franz von Stuck. El Pecado. 1893.
Por ahora, sin embargo, nos centraremos en la naturaleza de la Belleza como se revela en el poema Himno a la Belleza, de Las Flores del Mal (1868).

En el poema, Baudelaire pregunta a la Belleza cuál es su naturaleza, pues percibe en ella tanto elementos angélicos como demoníacos. Con respecto al primer aspecto, se habla de la Belleza como una entidad divina proveniente del Cielo, liberadora y de algún modo redentora; sin embargo, es la segunda naturaleza, la demoníaca, la que parece interesar más al poeta: con respecto a ésta, la Belleza es descrita como proveniente del Infierno, y se la relaciona con el Crimen, la Muerte y el Horror.

Desde una perspectiva común, solemos asociar lo bello sólo con lo celestial y lo bueno, entonces ¿porqué Baudelaire nos revela una Belleza en la que se mezclan también el pecado y lo horrible?

En Elevación se había visto que el poeta podía trascender lo mundano para contemplar las cosas divinas, aquéllas que se hallan más allá del éter, y que son eternas, atemporales y absolutas.

La Belleza, por supuesto, se encuentra entre ellas, y al poseer estos rasgos, se puede decir que existe desde siempre y para siempre en una dimensión fuera del tiempo; además, al ser absoluta, abarca todo lo que hay en el Universo. Sobre este último aspecto, no se trata tanto de que todos y cada uno de los elementos existentes sean bellos en sí mismos, sino que la conjunción de todo ellos conforma una armonía universal.

Ésta es la razón por la que la Belleza puede relacionarse también con el mal e incluso con lo Horrible: para ser un elemento divino, la Belleza de ser capaz de abarcar el Todo, de relacionarse con Todo.

Si concebimos la Belleza sólo como vinculada con lo “bonito”, con lo bueno y con lo celestial es debido a nuestra naturaleza limitada (en tiempo, espacio y cognición): dado su carácter absoluto, es imposible para nosotros, humanos, concebir la Belleza en su totalidad, por lo que la limitamos y reducimos a uno solo de sus aspectos para poder aprehenderla.

En el Himno a la Belleza, el poeta nos revela la verdadera naturaleza de la Belleza: su carácter universal que abarca tanto lo que consideramos bueno como aquello que concebimos malo, y si nos sorprende o escandaliza esta idea es sólo porque somos incapaces de entender la verdadera naturaleza de las cosas divinas.

Himno a la Belleza


¿Del hondo Cielo vienes o del Abismo sales,
Belleza? Tu mirar, infernal y divino,
el beneficio con el crimen reparte confundido,
y es por ello que todos te comparan con el vino.

Llevas en los ojos el ocaso y la aurora,
y esparces tantos perfumes cual tarde tormentosa;
tus besos son un filtro y tu boca es una anfora
que siembran coraje en el niño, y en el héroe, congoja.

¿Desciendes de los astros o del averno sales?
El Destino, como un perro, tus faldas sigue encantado,
y siembras al azar alegrías y desastres,
y aunque sobre todo gobiernas, de nada eres responsable.

Caminas sobre los muertos, Belleza, y de ellos te burlas;
el Horror no es la menos cara de tus alhajas,
y el Crimen, contado entre tus joyas más caras,
amorosamente sobre tu vientre orgulloso baila.

Los insectos deslumbrados hacia ti se dirigen, candela,
crepitan y arden, y exclaman: "¡Bendita la flama!".
El amante, jadeante, inclinado sobre su amada,
moribundo parece que acaricia la tumba anhelada.

¿Que vengas del Cielo o del Infierno, qué importa,
Belleza, monstruo enorme, ingenuo, pavoroso,
si tu mirar, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta
de un infinito que amo aunque desconozco?

De Satán o de Dios, ¿qué importa? Ángel o sirena,
¿qué importa, si me haces —¡hada de mirar suave,
ritmo, perfume, lumbrera, oh mi única reina!―
el mundo menos odioso y los instantes más suaves?

domingo, 7 de julio de 2013

Elevación

Grabado Flammarion, 1888.
Para poder contemplar la belleza del Universo, así como las relaciones secretas que existen entre las cosas, el poeta simbolista debe echar mano de diversas prácticas que le permitan liberar su espíritu.

Anteriormente se había presentado el poema Embriágate, de Charles Baudelaire, en el que se aprecia el primer paso hacia la contemplación: la ebriedad, que sirve como un método para librar el alma de las ataduras mundanas a través de un estado alterado de conciencia.

En el poema Elevación (Élévation), de Las Flores del Mal (1868), por su parte, el espíritu aparece ya libre y capaz de contemplar un plano más alto de realidad.

El poeta comienza describiendo la elevación del espíritu, desde la Tierra hacia el cielo, luego por encima de los astros e incluso más allá de la esfera de las estrellas, el nivel más alto según la concepción geocéntrica del Universo, y después del cual se encuentran los dioses.

Este vuelo permite al alma comprender las cosas desde una perspectiva “divina”: desde la altura a la que se encuentra, el espíritu puede contemplar todo el Universo ―como lo hace Dios―, por lo que conoce cosas imposibles de comprender para quienes permanecen en el nivel terrenal.

A continuación se presenta una traducción directa del francés que, sin ser literal, busca conservar el sentido de los versos; asimismo, se buscó darle alguna musicalidad, por lo que se añadieron unas cuantas palabras, señaladas en cursivas. El poema original puede ser encontrado aquí.

Elevación


Por encima de los lagos, por encima de los valles,
de montañas y de bosques, de las nubes y los mares,
más allá del sol, más allá del éter,
más allá de los confines de las esferas celestes,

tú te mueves, alma mía, te conduces ágilmente,
y, como un buen nadador, que en las ondas se sumerge,
atraviesas la profunda inmensidad alegremente,
con voluptuosidad indecible, viril y fuerte.

De estos mórbidos miasmas aléjate cuanto puedas,
ve a purificarte en el aire superior,
y el fuego claro que los límpidos espacios llena
bebe como un puro y divino licor.

Deja tras de ti las preocupaciones y las penas
que cargan con su peso esta oscura existencia,
¡Feliz quien puede, con un vuelo vigoroso,
lanzarse hacia los campos serenos, luminosos!

Aquel cuyas ideas, como aladas alondras,
vuelan libres al cielo en las matutinas horas
―¡Quien sobrevuela la vida y sin buscarlo comprende
el lenguaje de las flores y de las cosas silentes!